Esta maravillosa casa pertenece a una pareja de neoyorquinos, una casa de más de 400 años al norte de Ibiza. Los propietarios son Pietro Cuevas y su marido David Swayne, ambos dejaron Estados Unidos para venirse a España. Llegaron a Ibiza y la primera vez que durmieron aquí tuvieron amor a primera vista, pura paz les transmitía y su mayor deseo era vivir aquí. Una década después lo consiguieron y la pareja se mudó a esta finca rodeada de almendros, cactus y olivos. Los interiores apenas se tocaron ya que la construcción estaba protegida. Únicamente se instaló una nueva cocina y se repararon los muros de piedra. Conservaron los maravillosos techos, soportados por retorcidas vigas de sabina cubiertas de algas marinas y las puertas de apenas 1,60 de altura.
Según dicen: “Es amplia sin ser aparatosa y, a pesar de sus años, tiene una energía contemporánea”.
Nos cuentan que la decoración fue un proceso que llevó tiempo y reflexión. “Lo más difícil es encontrar el alma y la historia de cada lugar, por eso creo piezas únicas para cada proyecto. Apostó por la Ibiza tradicional, la rural, la que no tiene nada que ver con los elefantes y budas como dicen ellos. Aunque Pietro se graduó en ingeniería química en la Universidad de Berkeley, nunca ejerció. Siempre ha trabajado en la moda, la televisión y el cine. Pero últimamente sus diseños para una tienda de decoración de la isla y su colaboración con el arquitecto Carlos Rojas en muchas de sus obras le han hecho virar hacia el interiorismo. “Mi estilo mezcla la sofisticación urbana con elementos rústicos y étnicos, algo muy neoyorquino —asegura—. Para mí el lujo es sentir el silencio y el paso de las estaciones, convivir con la pureza y la autenticidad es mi mayor excentricidad”. Su cueva ibicenca prueba que sus palabras no son postureo.
Todos los espacios se visten con una singularidad y personalidad sorprendente, mezcla del espíritu urbano más sofisticado con piezas de corte rústico y esencia tradicional. Una forma de vivir ciertamente trascendental, rodeados de mobiliario con carácter ecléctico y elementos de inspiración orgánica entre muros centenarios que susurran en el silencio, para transmitir una paz y serenidad impagables.
“Es amplia sin ser aparatosa y, a pesar de sus años, tiene una energía contemporánea”.
La casa ibicenca fue fotografiada por Belén Imaz con estilismo de una gran profesional, Patricia Ketelsen.
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